viernes, 13 de agosto de 2010

¡No! No lo acepto y no lo aceptaré, no puedes venir a decirme ahora que en ocho años de relación, no sabías que eras el amor de mi vida, la persona con quien quería envejecer; ¿acaso creías que estaba contigo por hastío?, o ¿porque esperaba que tu terminarás la relación? o ¿simplemente me quede tantos años a tu lado mientras llegaba alguien mejor? Siempre fui directa y clara con el lugar que ocupabas en mi vida.

Puedes acusarme de ser fiestera, fumadora y chelera, incondicional a los conciertos; fachosa y poco peinada; más adicta al cine que a la marihuana; mal hablada y nada vanidosa; coleccionista de libros viejos y andante sin rumbo; peleonera sin sentido, discípula de Soda Stereo y Cerati, escritora sin futuro; altamente sarcástica y sin un gen de romanticismo; atea y reaccionaria, descoordinada y desmemoriada; fóbica y antisocial, Grungera y con 5 gramos de feminidad en mi cuerpo. Pero te hubiera seguido a donde fueras y nos hubiera defendido de quien fuera, te hubiera amado hasta dejar de usar camisas a cuadros y desechado mis botas de casquillo; te hubiera seguido, posiblemente, en zapatos de tacón. Pero no puedes acusarme de no haberte amado.

¡No! No vengas a decirme que nunca estuviste seguro de lo que sentía por ti, de si era amor o sólo se le parecía. No te atrevas a decir que, en ocho años nunca te ame; insultas mi sensatez y mi recuerdo de ti, prefiero quedarme con ese duro adiós y tus últimas palabras: deje de amarte.