Llevo meses caminando del lado opuesto a tu vida, para borrar mi rastro cambie de piel, me vestí de otro color, corte mi cabello, me tatué un símbolo de protección; he dejado de creer que eres humano, te convertiste en Satanás, te mudaste al barrio de lo insustancial donde devoras almas sin saciarte. A veces te siento caminando detrás de mí, quieres enfrentarme con mi lado más cobarde, agazapado en la oscuridad esperas un descuido para mostrarte, para mirarme con tu peculiar compasión ofensiva, como si fuera un cachorro abandonado, como si mi vida valiera un centavo, con esa petulancia que te caracteriza, quieres hacerme creer que eres lo mejor que me ha pasado, apareces con tu sonrisa afable para contarme la razón de tu desamor, que no eres culpable de romper mis entrañas, que sólo fingías suponiendo que no dolía, que una fuerza extraña te obligo a matar mi ilusión, que me lacerabas porque desarrollaste afecto a mis heridas, que el sabor de mis lágrimas saciaban tu sed, que si resisto un poco más y hasta el final simularás olvido y devolverás la parte amputada de mi corazón. A veces creo escucharte susurrando que me extrañas, que tienes lugar en el sótano de tus deseos para mi, que echas de menos el olor de mi sufrimiento, que hay tiempo para abrir una llaga más.
A veces creo vas a alcanzarme antes de terminar el exorcismo, a veces siento llegarás antes de que se apague la hoguera de mis naves, antes de resucitar mi maltrecha alma, antes de reivindicar mi carne y mis huesos; me aferro a quien soy, me miro al espejo para saber que estoy y que tu no existes más.
A veces creo vas a alcanzarme antes de terminar el exorcismo, a veces siento llegarás antes de que se apague la hoguera de mis naves, antes de resucitar mi maltrecha alma, antes de reivindicar mi carne y mis huesos; me aferro a quien soy, me miro al espejo para saber que estoy y que tu no existes más.
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